La cultura, territorio de disputa

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Viernes nublado en Córdoba capital. El cielo no se decide a llover o a cederle el paso al sol, son casi las 11.30 hs de la mañana del 5 de septiembre. En la Escuela de Ciencias de la Información se está realizando el Foro de comunicación y cultura. La gente, en su mayoría jóvenes -o algunos que están dejando de serlo- da vueltas por los pasillos mirando carteles y horarios. En la ECI 6 se va a hablar de comunicación y cultura desde una perspectiva de derecho: la cultura interpela y llama.

Por Natalia González, Melina Salazar y Lucas Pérez – Foto: Pablo Peralta 

Dentro del aula, tres panelistas sentados con sus copas de agua aún sin tomar y hablan sonrientes entre ellos, «es que la cultura es la sonrisa», diría León Gieco. Sobre ellos un gran cartel de Mercedes Sosa, mirando como el Gran Hermano, que dice: “lo peor que le puede pasar a uno es no creer en nada. Quien no cree en nada se vuelve un extranjero de la vida”. Por los ventanales del costado se va asomando el sol, Mercedes mira desde arriba y empieza la charla.

La cultura se traduce en políticas públicas

Virginia Carranza es del programa Derecho a la cultura de la UNC. Comenzó hablando del proceso evolutivo que tuvo la cultura desde los años 70 hasta nuestros días:  cómo fue cambiando el rol del Estado en promover la cultura, desde la represión y el control hasta el fomento en los últimos años. Si bien la cultura está en un proceso de democratización Virginia recalcó: “todos tenemos el mismo derecho a la cultura pero bien sabemos que no todos somos iguales, entonces ahí aparece el Estado para achicar la brecha”.

Sin perder su sonrisa, Virginia continúa, y nos cuenta sobre los Derechos de 3ª generación, aquellos que protegen intereses colectivos, de mayorías y minorías, como el derecho a la identidad, al medio ambiente, al acceso libre a la cultura, etc. Esta categoría incorporada a nuestra Constitución Nacional, jerarquiza este derecho, y lo posiciona como un “Derecho Humano imprescindible” para la consecución de otros DD.HH; “el Estado se obliga de esta manera a ser el garante y el principal fomentador del derecho a la cultura, asimilando el tema como una política pública”, recalcó Virginia mientras sus compañeros de panel asentían con su cabeza.

Achicar la brecha

Los minutos van pasando y hay que apurar porque se acaba el tiempo, Virginia mira la hora en su celular y nos dice que la cultura “horizontaliza”, funciona como un mecanismo social para achicar las brechas de las diferencias económicas y culturales dentro de nuestra ciudadanía. Hegemonía cultural, industrias culturales, industrias privadas, bienes de consumo, estos conceptos nos hacen referencia a una estandarización de gustos que ofertan productos culturales como mercaderías, es aquí donde el Estado se introduce como responsable de garantizar el acceso libre a la cultura redistribuyendo los fondos necesarios para costear las instituciones culturales sin fines de lucro.

Comunicación es lo que hacemos nosotros todos los días…

Luego de los aplausos, Virginia toma agua y presenta a Alvaro Cañete. Él, con una sonrisa que refleja un poco de nervios y vergüenza , explicó que tenía su presentación prolijamente armada en un power point pero que la tiene online y a falta de internet tuvo que mirar su celular para ir guiándose.

Se presentó como hombre de “doble pertenencia”, ya que es mimbro de una cooperativa de trabajo de comunicadores, Vibra Cultura, y a su vez es “militante ferviente” de las expresiones juveniles. Hace ocho años participa del Colectivo de jóvenes, que es quien organiza la Marcha de la Gorra en Córdoba.

Movilizado por la invitación a disertar en la Escuela de la que él fue alumno, habló de la transición de pensar la comunicación como unilateral y direccionada (años ´60, ´70) y luego como popular (años ´80) . Entonces, citó a Héctor Schmucler quien dijo: “el tema de la comunicación es un problema de la cultura en su conjunto, es decir, transciende la mera práctica en los medios masivos de comunicación”. Alvaro aclaró que la “comunicación es lo que hacemos nosotros todos los días, estando presentes y eso también es cultura. Ahí está esta vinculación íntima/carnal entre la comunicación y la cultura”.

Ya sin depender de su celular definió que la comunicación popular “es estar denunciando, demandando, es estar cerca de donde suceden las cosas”. En este marco, compartió con quienes lo escuchábamos uno de los puntos de la Ley de radiodifusión: “Una de las tareas más importantes de la democracia es hacer de la comunicación un bien público, porque mientras aceptemos como natural que hay una comunicación privada/comercial que tiene mejores condiciones para desarrollarse, para sostenerse y crecer, y que éstas son distintas a las de quienes hacen comunicación desde el Estado o desde el sector privado no lucrativo, estaremos incurriendo en un grave error. La comunicación es, por definición, un bien público, y en ese sentido todos los medios son públicos. Lo público es aquello atinente a la dignidad de todos y todas los que conforman la sociedad. Es decir, de todos los ciudadanos”.

Lejos quedaron los nervios y la falta de internet, las palabras fluían seguras y con convicción… pero Virginia seguía controlando el tiempo. Entonces Álvaro apurado largó su máxima: “tenemos que tener el derecho a vivir de la comunicación: el Estado debe solventar la actividad comunicacional”

El silencioso trabajo de democratizar

A medida que se apagaban los aplausos, Verónica Rocha se acomodaba el cabello y estaba lista para agarrar el micrófono. Ella es representante de Afsca en Córdoba. Empezó a hablar de la nueva Ley de Medios, de cómo garantiza la visibilidad de voces antes calladas. Precisó que tanto el acceso a la cultura como la participación deben ser atravesados por un proceso de democratización. Para ello la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual garantiza y fomenta un 33% para el sector sin fines de lucro. Aquel sector comprendido por organizaciones sociales, cooperativas, fundaciones, comunidades, etc. Además, la ley asegura solventar este sector por medio de un sistema de gravámenes. A partir de estos fondos se costean las producciones comerciales y aquellas que conforman el susodicho “33%” que está regulado por el famoso art. 97.

El auditorio estaba mudo pero movilizado con las palabras: es que la cultura nos atraviesa sin pedir permiso. Virginia mira su celular y apurada por los tiempos se despide. Mercedes sonríe con un gesto tranquilo desde arriba. La charla ha finalizado.